556 a.C. 468 a.C.
Se cree nació en Yulis, la isla
jónica de Ceos. Poeta griego. Se instaló en Atenas (c. 526 a.J.C.) llamado por
Hiparco. Residió en Tesalia, Cranón y Farsalia. A raíz de la primera guerra
médica, regresó a Atenas y compuso una elegía sobre la batalla de Maratón. Con
posterioridad, marchó a Sicilia e Italia meridional. Es uno de los maestros del
arte coral griego. Dejó establecidos de forma definitiva el treno y la oda
triunfal. Es autor de numerosas poesías, entre las cuales cabe citar los
epigramas (en especial los epitafios y las inscripciones votivas) y los
fragmentos conservados de los poemas líricos, que recogen elegías patrióticas y
morales, ditirambos, peanes, hiporquemas, himnos, epinicios y trenos).
Terminó su vida en la corte del
tirano de Siracusa Hierón I. Escribió para diversos mecenas en gran variedad de
metros y géneros: epigramas (principalmente epicedios como el de los
trescientos espartanos de Leónidas I, e inscripciones votivas), elegías
patrióticas y morales, peanes, hiporquemas, y obras de lírica coral, como
himnos, odas, epinicios, trenos y ditirambos, pero solamente una pequeña parte
de su obra ha sobrevivido.
Se han conservado bastantes anécdotas
sobre su tacañería así como la noticia, transmitida por Cicerón en su De
oratore, de que fue uno de los fundadores de la mnemotecnia, en concreto de la
técnica o sistema de la localización que permitía a un orador recordar
larguísimos discursos compuestos previamente por un logógrafo, técnica que
expone Quintiliano, en su famosa Institutio oratoria, y que consistía en
visualizar o situar mentalmente en los distintos lugares de un templo conocido
por el expositor las distintas partes del discurso trazando un itinerario según
el orden requerido.
Al parecer, en el año 500 a. C.
estaba en un banquete cuando se ausentó brevemente, salvándose así de morir
aplastado por el derrumbe del techo; y fue el único en poder reconocer los
destrozados cuerpos de dichos comensales al recordar los lugares donde estaban
sentados. También se suele recordar bastante en poética su afirmación de que
«la poesía es pintura que habla y la pintura poesía muda», lo que se considera
origen del tópico horaciano de ut pictura poesis. También es el autor de una
famosa definición de justicia, según la cual esta es "la obligación de dar
a cada uno lo que se le debe".
Simónides definió a la poesía
como una pintura "que habla", y así podríamos definir la suya propia.
Los pocos restos que de él tenemos ponen de manifiesto un arte que entra
inmediatamente por los sentidos. Es una poesía plástica, y su atención se
centra en lo que se puede percibir con los sentidos. Está plenamente convencido
de la incertidumbre de la condición humana ("si eres hombre, no digas
nunca lo que sucederá mañana") y
esta insistencia suya en lo humano se hizo famoso en la Antigüedad. La ternura
con que se trata a sus personajes profundísima. Sirva como ejemplo el fragmento
en la que aparece Dánae metida en un cofre con su hijo Perseo, abandonada en el
mar:
Cuando a la tallada arca alcanzaba el viento
con su soplo, y la agitación del mar
la inclinaba a temer
con las mejillas húmedas de llanto,
echaba su brazo en torno a Perseo y decía:
"Hijo, ¡por qué fatigas pasa y no lloras!
Como un lactante duermes, tumbado
en esta desagradable caja de clavos de bronce,
vencido por la sombría oscuridad de la noche.
De la espesa sal marina de las olas que pasan de largo
por encima de tus cabellos no te preocupas,
ni del bramido del viento, envuelto en mantas
de púrpura, con tu hermosa cara pegada a mí.
Si te causara miedo esto, a mis palabras
prestarías tus finos oídos.
Duerme, mi niño, te lo pido. ¡Que duerma
también el mar y nuestra inmensa desgracia!
¡Ojalá se dejara ver un cambio en tus designios!
Padre Zeus, las palabras atrevidas y fuera de justicia
que halles en mi súplica, perdónamelas.
Simónides fue un maestro
consumado en otro género: los epitafios. Sentó modelo que copiaron las
generaciones posteriores. Dice en un par de líneas todo lo que tiene que decir,
y esta sencillez de la forma da más carga al contenido. Conocidísimo es el
dístico que escribió para los que cayeron en las Termópilas:
"Dí, extranjero, a los lacedemonios,
que aquí yacemos los que obedecimos sus palabras."
Sus versos se distinguen por la
búsqueda de la cordura y la prudencia.
"Siendo humano, jamás digas qué va a pasar mañana,
ni, al ver a alguien dichoso, por cuánto tiempo lo será.
Porque ni el moverse de la mosca de finas alas
es tan rápido."
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