lunes, 3 de diciembre de 2012

SIMÓNIDES



556 a.C. 468 a.C.

 
Se cree nació en Yulis, la isla jónica de Ceos. Poeta griego. Se instaló en Atenas (c. 526 a.J.C.) llamado por Hiparco. Residió en Tesalia, Cranón y Farsalia. A raíz de la primera guerra médica, regresó a Atenas y compuso una elegía sobre la batalla de Maratón. Con posterioridad, marchó a Sicilia e Italia meridional. Es uno de los maestros del arte coral griego. Dejó establecidos de forma definitiva el treno y la oda triunfal. Es autor de numerosas poesías, entre las cuales cabe citar los epigramas (en especial los epitafios y las inscripciones votivas) y los fragmentos conservados de los poemas líricos, que recogen elegías patrióticas y morales, ditirambos, peanes, hiporquemas, himnos, epinicios y trenos).
Terminó su vida en la corte del tirano de Siracusa Hierón I. Escribió para diversos mecenas en gran variedad de metros y géneros: epigramas (principalmente epicedios como el de los trescientos espartanos de Leónidas I, e inscripciones votivas), elegías patrióticas y morales, peanes, hiporquemas, y obras de lírica coral, como himnos, odas, epinicios, trenos y ditirambos, pero solamente una pequeña parte de su obra ha sobrevivido.
Se han conservado bastantes anécdotas sobre su tacañería así como la noticia, transmitida por Cicerón en su De oratore, de que fue uno de los fundadores de la mnemotecnia, en concreto de la técnica o sistema de la localización que permitía a un orador recordar larguísimos discursos compuestos previamente por un logógrafo, técnica que expone Quintiliano, en su famosa Institutio oratoria, y que consistía en visualizar o situar mentalmente en los distintos lugares de un templo conocido por el expositor las distintas partes del discurso trazando un itinerario según el orden requerido.
 

Al parecer, en el año 500 a. C. estaba en un banquete cuando se ausentó brevemente, salvándose así de morir aplastado por el derrumbe del techo; y fue el único en poder reconocer los destrozados cuerpos de dichos comensales al recordar los lugares donde estaban sentados. También se suele recordar bastante en poética su afirmación de que «la poesía es pintura que habla y la pintura poesía muda», lo que se considera origen del tópico horaciano de ut pictura poesis. También es el autor de una famosa definición de justicia, según la cual esta es "la obligación de dar a cada uno lo que se le debe".
Simónides definió a la poesía como una pintura "que habla", y así podríamos definir la suya propia. Los pocos restos que de él tenemos ponen de manifiesto un arte que entra inmediatamente por los sentidos. Es una poesía plástica, y su atención se centra en lo que se puede percibir con los sentidos. Está plenamente convencido de la incertidumbre de la condición humana ("si eres hombre, no digas nunca lo que  sucederá mañana") y esta insistencia suya en lo humano se hizo famoso en la Antigüedad. La ternura con que se trata a sus personajes profundísima. Sirva como ejemplo el fragmento en la que aparece Dánae metida en un cofre con su hijo Perseo, abandonada en el mar:
 
Cuando a la tallada arca alcanzaba el viento
con su soplo, y la agitación del mar
la inclinaba a temer
con las mejillas húmedas de llanto,
echaba su brazo en torno a Perseo y decía:
"Hijo, ¡por qué fatigas pasa y no lloras!
Como un lactante duermes, tumbado
en esta desagradable caja de clavos de bronce,
vencido por la sombría oscuridad de la noche.
De la espesa sal marina de las olas que pasan de largo
por encima de tus cabellos no te preocupas,
ni del bramido del viento, envuelto en mantas
de púrpura, con tu hermosa cara pegada a mí.
Si te causara miedo esto, a mis palabras
prestarías tus finos oídos.
Duerme, mi niño, te lo pido. ¡Que duerma
también el mar y nuestra inmensa desgracia!
¡Ojalá se dejara ver un cambio en tus designios!
Padre Zeus, las palabras atrevidas y fuera de justicia
que halles en mi súplica, perdónamelas.

 
Simónides fue un maestro consumado en otro género: los epitafios. Sentó modelo que copiaron las generaciones posteriores. Dice en un par de líneas todo lo que tiene que decir, y esta sencillez de la forma da más carga al contenido. Conocidísimo es el dístico que escribió para los que cayeron en las Termópilas:

"Dí, extranjero, a los lacedemonios,
que aquí yacemos los que obedecimos sus palabras."

 
Sus versos se distinguen por la búsqueda de la cordura y la prudencia.

"Siendo humano, jamás digas qué va a pasar mañana,
ni, al ver a alguien dichoso, por cuánto tiempo lo será.
Porque ni el moverse de la mosca de finas alas
es tan rápido."

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