712 a.C. - 664 a.C.
Arquíloco, originario de la isla de Paros, es un creador de poesía por excelencia, de quien se considera que nació con el don poético. Los griegos creían que aquellos que tuvieran esta disposición para las letras reflejaban en sí mismos el mayor ideal de su cultura: la áretē. Del mismo modo, la poesía de Arquíloco buscaba dirigir la mirada a su propio yo, a sus propios sentimientos y pensamientos; eso era lo más importante, lo demás sólo consistía en expresarla a los otros. El poeta también es considerado el puente entre la épica y la lírica, ya que rompe con el canto de los héroes homéricos; sin embargo, su pensamiento está en la misma línea que sus sucesores, pues la historia de la poesía lo reconoce como un lírico griego.
De padre noble y madre esclava, perdió
su fortuna y estuvo arruinado durante gran parte de su vida, e incluso tuvo que
trabajar como mercenario para subsistir. Rechazado por la sociedad y por su
amada, Neobule, hizo de ello tema de su poesía, cruda y satírica, siendo el
primer poeta de la Antigüedad en tomar la propia vida como referente poético.
Su poesía es de gran sinceridad, y destaca formalmente por el uso del metro
yámbico para temas satíricos, razón por la cual se le considera uno de los
principales renovadores de esta forma. Sus Yambos fueron prohibidos en Esparta,
ya que iban dirigidos a Neobule y a su padre, y le acusaron de haber inducido a
ambos al suicidio. También escribió himnos y elegías, pero del total de su obra
sólo se han conservado algunos fragmentos.
Arquíloco se
nos presenta como poeta soldado, alguien que vivía de la guerra mientras
cultivaba la poesía.
Soy un servidor del soberano
Enialio
conocedor del amable don de las Musas.
De mi lanza depende el pan que
como, de mi lanza
el vino de Ismaro. Apoyado en mi lanza bebo.
Arquíloco fue
lo que llamaríamos hoy un apátrida, un libertino, un mercenario, un siervo de
nadie y un cínico (en el sentido filosófico de la palabra). Un moralista avant
la lettre que dedicó su vida a corroer las costumbres sociales, a hacer sátira
y poner en duda lo que nadie osaba, por costumbre o para no meterse en líos,
reprochar.
En la breve
composición publicada, Arquíloco, a quien se atribuye la invención del yambo
(verso vulgar, nada aristocrático, pero punzante y satírico), da muestras de
una fe de vida mesurada y Hedonista, de un conocimiento lucidísimo del espíritu
humano y de la libertad individual.
Expresión de los sentimientos, de las circunstancias personales, se rebela, es una visión distinta a la de la épica, donde el héroe jamás hubiera dado la espalda al enemigo.
ἀσπίδι μὲν Σαΐων τις ἀγάλλεται, ἣν παρὰ θάμνωι, ἔντος ἀμώμητον, κάλλιπον οὐκ ἐθέλων• αὐτὸν δ᾽ ἐξεσάωσα. τί μοι μέλει ἀσπὶς ἐκείνη; ἐρρέτω• ἐξαῦτις κτήσομαι οὐ κακίω. |
Un tracio es quien lleva, ufano, mi escudo: lo eché, sin pensarlo, junto a un arbusto, al buen arnés sin reproche, pero yo me salvé. ¿Qué me importa, a mí, aquel escudo? ¡Bah! Lo vuelvo a comprar que no sea peor.
Traducción de Juan Ferraté |
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