El primer registro de un artista famoso
corresponde a Píndaro, que vivió entre el 522 y el 443 A .C. Sus odas componen un
enorme repertorio de diecisiete libros, entre los que se encuentran himnos,
lamentos, música de victoria, teatro, y hasta música para bailar. Las odas de
Píndaro eran pagadas por clientes que deseaban utilizarlas para motivos
diversos, y su casa era visitada por sacerdotes, personajes de todo tipo y
hasta reyes como Alejandro Magno. A partir de Píndaro, la música se convirtió
en un fenómeno de difusión cada vez mayor, y vivir de la música suponía
diferentes modelos de negocio que nos comienzan a resultar familiares: podías
componer, y recibir, como Píndaro, un pago por tus obras, que podían
interpretar otros. Podías interpretar, viajando de un lugar a otro, y recibir
un pago por tu interpretación, contribuyendo además a la difusión de las obras.
Y podías enseñar el arte de tocar instrumentos a otros que deseaban aprenderlo
y te pagaban por tus lecciones, como quien enseña cualquier otra materia.
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